el irracional

Anastasio, el encorvado anciano de cartón piedra que te recibe en ese restaurante italiano de Regente Street que se anuncia con horribles letras azul neón, nunca sonríe. Espera y recibe paciente y estático en la entrada, a mano derecha, a cada uno de los clientes, sin hacerles una sola mueca, sin rechistar, a pesar de los miles de comportamientos y comentarios estúpidos de todos ellos, que hubiesen levantado ya sarpullidos y urticaria en su piel si de un humano se tratase. Suele estar vestido o, más bien, le visten al antojo de la ocasión: de rojo y blanco con barba postiza imitando a Santa Claus en navidad, de verde y tréboles afortunados por San patricio, de smoking y puro de metraquilato en mano los fines de semana, etc. Hoy estaba desnudo, la navidad se ha terminado, le habían despojado del disfraz que había llevado estas dos últimas semanas y no le había llegado el pantalón oscuro y el chaleco de metre que lleva a diario; estaría en la tintorería. Anastasio, metáfora de nosotros mismos en el mundo moderno permanecerá desnudo hasta que no le vuelvan a vestir. No se han dignado ni a ponerle unos calzoncillos. Cágate Anastasio, cágate en sus muertos.