el irracional

'How am I to get in?' Asked Alice




Mi primo

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madiz, madriz, madriz (o mi primo que se rasca la nariz)

no van a mas estos recuerdos:
entre una mole de cemento
una ciudad que me hizo asi
se rien juntos,
mas catetos
(que los pelo)
(que me pelan)
que se pegan a la pata
y ellos dos
que son dos
que se maten
si se desploman miramientos
que les tapen si hay cemento
que les tapen, tapen, tapen
tapas, papas con lamentos
coca-cola, coca-cola
poyo y coca-cola
y una madre colombiana
me follaria en sacramento
la hija es un silencio
cla
u
di
car
para empezar y no volver a verla mas
madriz, madriz, madriz,
tan cerrada!
ma
chacada
y asustada hasta morir
madriz, madriz, madriz,
son dos lineas diagonales
en un metro casi gris
Principe Pio en heroina
tickets, mickes, likes,
ni leches ni trate
una chica de cristal
su hermano deambulante
una esposa consumida
hay un hombre tan hombre muy cobarde
con sus simbolos letrade
madriz madriz madriz
tanto asco
todo junto...
ya es calcada a mi.


Burlaos de ellos para que ellos se burlen de vosotros y todos estaremos en paz.
C. Indico.



Caminabamos por Regent Street a las doce de la noche, la calle estaba cortada, no habia autobuses y nos diregiamos hacia Picadilly. Todavia no nos habiamos puesto de acuerdo en nada, mi primo sugirio: esa maquina blanca que viene hacia aqui, con su extension falica y sus ruedas oruga podria ser el símbolo del progreso que hemos estado buscando estos dias. Asenti con la cabeza, como si nada mas restase por decirle ya.


Taxi driver

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Las noticias de la radio o dos señoras inmensas hablando codo con codo:
- Las familias se están haciendo cada vez más pequeñas y las habitaciones de los hijos más grandes. Se aprovechan de su propia soledad.
- Consecuencia lo uno de lo otro.
- Sí, no te lo voy a discutir esta vez, pero sólo en cuanto al término TAMAÑO, no en cuanto a la SOLEDAD, la proporción es infinitamente mayor.
- Lo he pensado mejor: te pongo en duda, a ti y a tu peluquería.

Reflexiones de autobús.


Un perro diminuto olisqueaba con su pequeño hocico unos preciosos zapatitos rojos; los ojos del caniche no se encontraron con los de Lucy durante más de un segundo, no obstante quedará un recuerdo que será muy diminuto pero que permanecerá congelado en la memoria de la niña durante toda su vida, porque inmediatamente después de este cruce de miradas el animal se adelantó a su amo. Se precipitó: al intentar cruzar la calle murió atropellado por un taxi negro con las puertas decoradas con la publicidad de algún estreno cinematográfico de última hora.
Justo a unos metros se alzan firmes los porteros de las salas de alterne del Soho, hacen su trabajo de demolición, sin taxi, sin sangre. Ellos no vieron nada.
Todo esto lo vi con mis propios ojos, que permanecen unidos a mí.


Las palomas de la paz, es marzo

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El músico gitano de un lunes por la noche y el médico que terminó limpiando escaparates terinan la noche sentados frente a un vaso de cristal, no se miran a la cara pero hablán:
- Los autores del norte siempre han cantado a la muerte y la han ensalzado de vez en cuando con un suicidio real; los autores del sur le han cantado siempre a la vida y a la luz, aunque, entre lágrimas, tal vez se les haya escapado algo.
- Nosotros, los de la Europa del este, seguimos cantando a la locura. No hay remedio inmediato.
- ¿Me estás hablando de amor?
- No, te estoy hablando de locura.

Reflexiones de autobús.


Es marzo y por las mañanas sigue haciendo mucho frío, el aire me corta la cara y nace alguna lágrima de cristal cuando atravieso Picadilly, mientras el Eros de aluminio, que siempre tira a matar, me mira con asco y decepción. La gente sale del metro y de las alcantarillas como si tal cosa, fragmentados en silencio. Un vaso de plástico con café caliente crece y crece sin parar y detrás de él corren diez personas al menos. El presidente de una gran multinacional está tumbado a la puerta de alguna tienda de moda femenina, envuelto en una vieja manta, tiritando, con un lápiz en la mano y un crucigrama a medio hacer. Un viejo borracho después de vomitar sigue andando, se tambalea y frena, agacha la cabeza y piensa: me debí morir en su día, cuando aún me quedaban fuerzas, ahora poco puedo hacer; detrás ha quedado su vómito, unas palomas listas lo picotean, después llegan más y se pelean por el jugo intestinal.
Es mi ciudad, y un nuevo día va a empezar.


La impresora perro

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No encuentro tiempo para conectarme a eso que llaman internet. No encuentro tiempo, ni tampoco he tenido ganas estos días, han sido duros.
Me he recuperado de mi curiosa enfermedad y me voy a poner a prueba: he empezado de nuevo a fumar.
La rutina se está haciendo cada vez más rutinaria y el aburrimiento más aburrido, las personas actúan de una forma tan predecible y sistemática que las máquinas se han empezado a revelar; me temo que todo esto terminará convirtiéndose en un relato de Cortazar, por lo menos. De momento las máquinas han empezado a cobrar vida, la impresora ahora te traga las hojas después de imprimirlas si no las retiras a tiempo; me parece algo muy cómico: nada más terminar la impresión empieza a engullir el papel y emitir una especie de ladrido.
Voy a reposar la cabeza sobre el teclado del PC e intentar adoptar alguna postura incómoda que me impida llorar, a pesar de que mi vida se merezca lágrimas, o algo más.


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