el irracional

'How am I to get in?' Asked Alice




Ya casi 2006

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Hace nada era Noche Vieja 2004 y esperaba con las 12 uvas en la mano un gran año lleno de emociones, felicidad y todas esas cosas tan relativas. Lo esperaba en la casa de mi amigo Luis. Ahora es Noche Vieja 2005 y estoy en la misma casa que estaba el año pasado, con la diferencia de que ahora es mi casa. Luis está en España con sus proyectos. Si echo la vista atrás recordaré este año por la gente que se ha ido, supongo que es porque estas fechas te invitan a la nostalgia. Creo que en una ciudad como esta en la que la gente viene y va de una forma tan rápida y espontánea, a veces, me da miedo hacer amigos, por si se convierten en buenos amigos y terminan por desaparecer.
Pero míralo por el lado bueno, me decía hace poco un amigo, así tienes casa y excusa para visitar amigos y ciudades, es lo que llamó yo el turismo sentimental.
A si que el próximo año me voy a planificar mis fines de semana para ir a visitarles a todos: Madrid, Barcelona, Lisboa…

Feliz 2006.


St Thomas' Hospital

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A las 4 de la tarde del día 28 de diciembre la fiebre ya no bajaba de 38ºC, ni con antibióticos. Al principio lo tomé como una inocentada del destino, pero después de mirarme al espejo y comprobar como los ojos se me hundían cada vez más en la imagen de mi rostro difuminada por mi escasa percepción, comprendí que necesitaba ayuda sanitaria. Juan y Manuela me llevaron al St Thomas' Hospital. No tengo ningún recuerdo claro del viaje hasta allí, sólo que hacía mucho frío y me dolían las rodillas. Llegamos sobre las 7 de la tarde a las sala de urgencias, allí te atiende un señor que está sentado tras un mostrador de madera, te pregunta qué te pasa y en qué te pueden ayudar. Yo le hablé de mi fiebre, últimamente soy bastante monotemático, pero la situación lo requería, y él me tomó la temperatura con una especie de pistola futurista que me introdujo por el oído y que tras unos segundos hizo un ruido desconcertante. Después de unas preguntas generales y la toma de temperatura me dio una pequeña etiqueta con unas anotaciones, ininteligibles por mí, que debía entregar a una señora sentada en el mostrador siguiente, en esa etiquetilla debían figuraban mis datos y los de mis circunstancias.
No lo puedo asegurar, porque por momentos deliraba, pero la sala de espera estaba llena de monstruos, no tengo tiempo para hablar de todos ellos, tampoco los recuerdo con claridad, pero Juan y Manuela me hablaron después de una señora italiana de unos setenta años, indigente, obesa y vegetariana, acompañada de un carrito cargado de bolsas llenas de verduras, de otros vegetales y de mierda. Esa señora pronunció la frase del año: la felicidad me da hambre.
Pasó más de una hora desde que hablé con la señora del mostrador siguiente, quien me había solicitado la etiquetilla con el jeroglífico y había cubierto un formulario con mis datos personales antes de mandarme esperar sentado esperar sentado. Tenía la sensación de que me ignoraban, de vez en cuando salía un doctor y llamaba a alguien de la sala de espera que había llegado después que yo y no tenía pinta de tener algo más grave que mi fiebre.
Al final me llamaron y entré en una sala común con bastantes cuartos en los que tu intimidad era salvaguardada por unas cortinillas verdes. Un doctor apuesto y musculoso me preguntó que qué me pasaba, le hable de nuevo de mi fiebre, siento estar tan asustado, le dije, pero es que llevo cuatro días sin que me baje la fiebre, incluso estoy tomando este antibiótico, y le mostré mi cajita de amoxicilina 500. Quién te ha dado esto, me preguntó, y yo le expliqué que en España puedes comprar antibióticos en las farmacias sin necesidad de recetas. Pues qué suerte para los yonkis me dijo y desapareció. Apareció otro doctor, más joven que el anterior, más guapo, pero menos musculoso; me preguntó la edad y si tenía alergia a la penicilina, y me pidió que le mostrase mi garganta. ¡Vaya! el agujero que se divisa está muy cerrado, abre un poco más la boca, me decía, y al final abrí tanto la boca que me dieron ganas de vomitar. El doctor guapo desapareció y llegó el doctor definitivo: el doctor pelirrojo, y empezó el surrealismo.
El doctor pelirrojo llevaba una bata blanca con hombreras rojas, del pecho le colgaba un reloj de pulsera plateado, al que le faltaba uno de sus bracitos, y todo el tiempo se recolocaba unas gafas color oro a juego con su pelo; él era, sin duda, una prolongación en el tiempo, en el espacio y en la sanidad pública del Sargent Peppers. Se trajo consigo un montón de medicamentos, jeringuillas, dos bolsas de suero y otros artilugios que no sé si llegó a utilizar porque cuando me puso el suero y me empezó a inyectar las diferentes sustancias, todos los colores de la habitación se fundieron en un blanco muy luminoso y yo perdí la conciencia.
Recuperé el conocimiento sobresaltado porque una chica negra con la cara ensangrentada era interrogada por la policía y respondía gritando y cagándose en todo. Me incorporé y me senté en mi cama, en el cuartito de al lado habían hospedado a una señora muy anciana y muy amable que pidió una taza de té, se la trajo el doctor joven y guapo y ella aprovechó para tirarle los trastos: porqué no me pones en la silla de ruedas, la cama no me gusta, le pidió con dulzura, y el doctor avisó a dos enfermeros, pero la señora no quería enfermeros cachas. Ponme tú que eres más guapo y eres doctor, le pidió de nuevo la ancianita. El joven corrió las cortinillas verdes y trasladó a la ancianita desde la camilla hasta la silla de ruedas, y un suspiro de relajo, de bienestar, de placer o de vete tú a saber invadió la sala común. La ancianita comenzó a tomarse el té y su mirada entre inocente y perezosa se dirigía hacia el joven doctor que lentamente se alejaba después de haberla devuelto a la silla de ruedas y a sus recuerdos más pícaros de una adolescencia lejana.
El doctor pelirrojo volvía de vez en cuando, me traía un par de pastillas, cada vez tenían un tamaño mayor, y me tomaba la temperatura con esa especie de pistola futurista.
Vi pasar en camilla a una chica con el rostro color púrpura, y recordé que yo había estado sentado junto a ella en la sala de espera y hasta donde llegaban mis recuerdos ella tenía un aspecto lúcido y saludable. La llevaban a la sala de observaciones. A un italiano con una intoxicación muy chunga también le llevaban a la sala de observaciones, y la viejecita fue trasportada de nuevo a la camilla, esta vez por dos enfermeros, para llevarla a la sala de observaciones. La sala de observaciones me pareció el vestíbulo que precedía al infierno.
Llegó una señora altísima y me cambió la bolsa de suero, porque se había acabado la anterior y comenzaba a chuparme la sangre, lo que provocó un nuevo desmayo. Desperté y la señora gigante me puso una pulsera en la que figuraba mi nombre y mi fecha de nacimiento y me hizo firmar un par de documentos. Vas a la sala de observaciones, me dijo.
Había una habitación oscura llena de gente dormida y gente que se retorcía entre sueños y pesadillas, después llegamos a otra habitación iluminada con una luz tenue donde estaba mi cama, la número 21, que coincidía con la fecha de mi cumpleaños y que estaba justo en frente de la cama del primo de Bukowsky, un señor con el pelo blanco, una inmensa barriga, castigado por una borrachera perpetua que meaba en una especie de porrón transparente con un pitorro bastante ancho por donde metía la chorra, vomitaba y escupía también en una especie de yelmo plateado y blasfemaba y se acordaba de Georgia, su esposa, su amante, su puta, su recuerdo.
Llegó Juan y tomó asiento, y dio fe de que el señor de enfrente realmente existía. Permanecimos allí esperando a que se terminase la bolsa de suero para que me pusiesen otra, y esperando el resultado de mis análisis de sangre. Sobre las 3 de la mañana me quitaron el suero, me entregaron un sobre con los resultados (un virus me causaba toda esa fiebre) y un paquete con los medicamentos que debía tomar e instrucciones a seguir.
La penicilina está funcionando y el paracetamol con codeína me alivia el dolor, pero tengo la sensación de estar colocado día y noche, es como una vuelta a la adolescencia pero sin risas ni libertinaje. Tras estas drogas no hay sentimiento de culpa alguno, pero sí dolor y enfermedad y eso sí que es terrible. Sin darnos cuenta envejecemos, eso es lo que realmente me preocupa. Tomad buena nota de ello.


Sobre la existencia de Dios

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Prefacio
Si la reencarnación fuse posible y yo pudiese decidir sobre ella, no dudaría en futuras vidas elegir ser el Presidente del Kremlin comunista, para saber si realmente siguen comulgado con las enseñanzas de Carl Marx, o en el Sumo Pontífice de Roma, para saber si realmente es el interlocutor directo de Dios; así despejaría una de las dos grandes dudas que me han abordado durante toda mi vida.
Manuel Vázque Montalbán.
Ahora que el comunismo no tiene demasiada cabida en el Kremlin, si la Iglesia Católica sobrevive sesenta o setenta años más tendrá un Papa de izquierdas, no lo dudo, Montalbán era un hombre de ideas fijas.

Sobre la existencia de Dios
Todo esto que me ha pasado estos días no hace más despejarme dudas acerca de la existencia de Dios. Él es y está rondando por aquí, en todas partes, "así que no te bebas el vino que sabré que has sido tú", que me decía el cura de mi pueblo cuando yo era monaguillo. Dios existe y Dios aprieta pero no ahoga, que decía la Señora Gertrudis, devota de la Purísima concepción, quién le sirvió de icono eclesiástico-sexual bastante para no necesitar nunca marido teniendo masturbación; y Dios me ha apretado, me ha hinchado tanto los ganglios cercanos a mi laringe que apenas podía respirar y menos aún comer, pero no me ha ahogado, y siempre me quedará la duda de si fue Él quién retiró las manos a tiempo o fueron la cantidad de medicamentos que me inyectaron en vena en el St. Thomas Hospital ayer noche los que hicieron que las retirase.
Así pues, ya sé que mi regalo de estas navidades ha sido divino, venía de allá arriba, y llegó el Boxing Day, porque aquí en UK no hay Reyes Magos. Mi regalo ha sido un virus maligno, odioso, desconocido, que me ha mantenido cuatro días con una fiebre insufrible que me ha provocado yagas en la lengua, inflamación en las encías y grietas en los labios; que me ha dejado en los huesos.
Sólo ironizaba, sé que todo esto no ha sido un regalo, ha sido un castigo divino, una llamada al orden en mi conciencia, un toque de atención por posicionarme en todo momento en contra de las bodas y a favor de los matrimonios homosexuales, por ir a la discoteca Heaven el día que murio el Papa anterior y por pensar que el nuevo no es más que un nazi que le gusta disfrazarse más que a Mortadelo, por reírme de las ocurrencias del señor Carot Robira, por afirmar que el peligro de la unidad de España me importa tanto como la unidad del grupo Ticicle o del dúo Cruz y Raya, por descojonarme con el gag del helicóptero despegando de una plaza de toros sin reparar en que podría haber resultado heridos ("o vete tú a saber") el más grande orador de la democracia moderna de España y la Presidenta ("estoy viva y entera") que cultiva el humor más fino desde los primeros tiempos de Tip y Coll... También por muchas cosas más, pero éstas pertenecen a mi esfera privada y personal, me las guardo para otra ocasión.
Pero siento desilusionar al Señor porque su ira ha recaído sobre la persona equivocada, yo soy un buen cristiano, y mi intención con tales posicionamientos no era atacar a la familia pero de todas formas viva Marlon Brando y su último tango, ni ridiculizar a la figura del pontífice porque los que iban disfrazados de cardenales y llevaban tanga eran otros, ni votaré nunca a Carot ni llevaré su bigote, ni pretendo matar a esa España que me duele y me hace cosquillas como a todos. El helicopterazo sí me hizo reír y pensar que era un montaje, pero para eso ya tengo el yo pecador me confieso a Dios y lo que sigue.


Coda
Si Dios no es amor,
no vale la pena que exista.

Henry Miller


Mi vida con fiebre

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Estoy tirando de este hilo tenso,
no estoy creando, estoy descubriendo,
es como un fósil de ordenados huesos
Con lógica psicópata.

Y tu me hablas de fiebre
mi vida entera tiene,
mi vida tiene fiebre
...


Mi vida con fiebre es una canción de Chucho, el grupo de Fernando Alfaro.

Según las escrituras el tercer día resucitó, fue el Señor, un señor que nación un… pongamos 25 de diciembre; pero yo el tercer día he recaído, el tercer día de la noche anterior al parto he enfebrecido de nuevo. Comencé a notar síntomas de enfermedad el sábado, día de la noche buena, que para mí fue mala. Después de las llamadas obligadas (también deseadas) a familiares, amigos, enemigos y, en general, gente que ha caído en el olvido y que por esa noche sale de él, comencé a sentirme mal, débil; uno de los ganglios: el izquierdo (lo digo por si alguien sabe si esto puede tener algún significado médico), de los que tengo escondidos bajo el mentón, comenzó a inflamarse hasta el punto de obstaculizarme la respiración. No llegué a comprender que estaba enfermo hasta el día siguiente, el hecho de que ingiriese bastante champán, durante la tarde, y media botella de cava de un solo trago, ya entrada la noche, tuvo algo que ver. Esa noche sudé muchísimo y mi cama olía a fiebre. Ese olor lo recuerdo desde mi infancia y nunca lo olvidaré; era un olor en medio de la noche, un olor rancio e insalubre, en el que yo me revolcaba muchas de las noches de los dos años anteriores a la fecha en la que un señor, al que todos llamaban Doctor Mulas, me arrancara mis amígdalas. Un olor que surgía cuando mi cuerpo se veía invadido por la fiebre.
Esa misma noche, la noche buena, me mediqué: amoxicilina, 500 mg cada 8 horas. Voy a ser responsable: he sido y seré fiel a la posología: adultos: 1 cápsula cada 8 horas. Sin embargo hoy cometí una irresponsabilidad: fui a trabajar. Me desperté muy cansado y mareado, y con fiebre, lo sé por ese olor. Solo aguanté dos horas, no distinguía bien a las personas que me rodeaban y todo el tiempo oía a alguien susurrando mi nombre.
Deserté sobre las dos y media de la tarde. Oxford Street estaba invadido por una muchedumbre hambrienta de compras, algunos hubiesen comprado hasta su propia muerte si hubiese estado bien de precio y les hubiese resultado placentera. A las 5 de la mañana había cola en alguna tienda, y quince minutos más tarde de su apertura las señoras más intrépidas y señores más desinhibidos salían en busca del vehículos que les esperaba: taxis y coches particulares que esperaban a estos consumidores que, a todos nos resulta obvio, estaban mostrando un comportamiento normal y socialmente aceptado: han madrugado para comprar y comprar, hasta llenar bolsas, fanegas y fanegas de género rebajado. En TOPSHOP la cola rodeaba un edificio y medio, todo el mundo quería su par de LEVIS rebajado, la tienda abrió sus puertas a una gran masa sobre las tres y cuarto; me gustaría saber si ya estaba abierta antes y dejaban entrar al público por hordas (primera horda: hasta las 12, segunda horda: hasta las 12.30). Contemplaba a una de estas hordas, la de las 15.30, mientras estaba sentado en uno de los asientos del segundo piso de un autobús, de un 159 cualquiera, permanecíamos parados frente a uno de los semáforos de Regent Street, el más próximo a la tienda LEVIS, estaba intentándome concentrar en la lectura pero paré de leer, molestado por el bullicio, mi vista se elevó de mi libro, Opiniones de un payaso, durante unos instantes, y lo vi todo con claridad: todos ellos eran presa de su propia avaricia e inconsciencia: estaban comprando pantalones al 50% y, a la vez, vendiendo sus vidas al peor postor.
Sentí unas ganas inmensas de volar sobre ese montón de almas en pena y toser sobre sus cabezas, escupirles a la cara, contagiarles con mis virus, para que se agotasen sus defensas y empezasen a sentir lo que yo sentía, todo esto que me hacía regresar a casa: el terrible dolor en mi espalda y en mis articulaciones, mi pito y mis cojones encogidos, mis ojos pesados como yunques y muchos escalofríos, miles de escalofríos; era la fiebre y eran ellos.


El irracional

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elirracional Posted by Picasa
Autorretrato, una tarde de verano (33ºC).



Hoy es 25 de Diciembre, me he despertado un poco mejor, ayer estuve enfermo.
No tengo nada que hacer, por eso he creado un blog y, de todas formas, hace tiempo eurocero me dijo que yo terminaría teniendo mi propio blog.


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eliracional@hotmail.com
  • blog propiedad de Jesucristo Banco de Inversiones
  • made in London
  • and waiting for D.Lynch.

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