Esta noche
Piccadilly Circus estaba iluminado por todas esos carteles publicitarios tan embusteros y por una señora disfrazada de pantera rosa pero con la cara descubierta de la que nacía una sonrisa de felicidad o de diversión provocada probablemente por lo que imaginaba que le pudieran estar contando por su enorme teléfono móvil que sostenía en su mano derecha a la vez que con la izquierda dirigía una coreografía tan improvisada como genial y que me ha parecido lo mejor que me ha pasado hoy y no le echo la culpa a nadie.
De panteras rosas he llenado mi estomago minúsculo, una de las pocas cosas que heché de menos en la otra dimensión, la inglesa.
Si llego a ver a esa señora en Picadilly...
Siempre ha sido uno de mis disfraces favoritos, aunque soy una enemiga de los carnavales, ya empiezo a contradecirme otra vez.