Me dijo mi amiga Daniela que esto de los blogs es una mierda. En otras palabras, que está bien si es algo divertido y que se deberían hacer entradas tipo
V for Vendeta y L for Labordeta. Yo lo intento, intento hacer humor con cada palabra que me sale, pero mi humor es como el de
Eugenio, te ríes porque él es entrañable, pero en realidad no te hace ni puta gracia.
Pero hoy he visto Superman.
Siempre vi la historia de Superman como una ficción personal que ha tomado vida propia; es la ficción que surge de la mente de un pajero frustrado por no conseguir acostarse con la chica de protagonista de sus pajas, una compañera de trabajo muy guapa y muy dinámica (son las que más te enganchan). A todos los enclenques indefensos nos ha pasado alguna vez: nos encoñamos, nos obsesionamos y, finalmente, llegamos a enamorarnos. He aquí cuando estamos perdidos. El enamorarse paraliza la actividad masturbatoria (sucede en el 97% de los casos). Y toda esa energía que se cinética que no se crea... bueno, pues que tiene otra fórmula de escape: una actividad infinitamente creativa. La original tía buenorra que daba cuerda al cigüeñal termina siendo la musa en cada mirada perdida. Cada mañana, cada tarde, cada noche, nuestra mirada termina perdida y empezamos a imaginar; llegamos a creernos tan especiales que nos vemos surcando los cielos, vacilando de visión rayos X, o llegamos levantar puentes de acero tan solo para salvar a unos cuantos miserables ciudadanos infelices. En fin, nos vemos a nosotros mismos como superhéroes invencibles. Cuando me enamoré de Miriam, con 12 años, siempre que entraba al banco donde trabajaba su madre detrás de un cristal blindado, imaginaba que alguien iba a perpetrar un atraco y que en el último momento, cuando el delincuente intentaba escapar con el dinero, yo le ponía la zancadilla y se partía los dientes contra el suelo y le dolía tanto que no podía escapar. Después la señora de ventanilla se lo contaba a su hija y ella me amaba eternamente. Superman, en realidad, no es más que la fantasía de un periodista pajero que está enamorado de una compañera de trabajo. La película desarrolla la fantasía de ese pajero, ese entrañable Clark Kent. Esto es lo realmente importante.
Ahora entiendo de dónde vienen esos músculos escondidos debajo de la camisa del periodista pardillete, y ahora que conozco su secreto, debo decir que Superman me cae mejor (y tu visión, con paja incluida, me parece mucho más romántica que la de la criptonita)... Pajas a parte, digo, superhéroes a parte, ¿Miriam se enteró alguna vez de tus intenciones de salvarle la vida a su madre?
Por cierto, madera de superhéroe no sé, pero dile a tu amiga Daniela de mi parte que como blogger triunfas.
No sé si los que leáis esto entenderéis lo que es tirarse "x" tiempo haciendo algo que puede ser una gilipollez o no, una pérdida de tiempo o no; y además es que ni te importa. Pues eso es lo que acabo de hacer.
Alberto Fracaso, sólo sé que me he leído tu blog entero, de arriba a abajo, de picadilly a waterloo y de Buñuel a Vázquez Montalbán... sin esperar nada pero sabiendo que, después del esfuerzo voluntario, merezco algo.
Es que yo, lo de Internet lo veo como esas fiestas de cumpleaños en las que no se conoce a nadie: cada uno se indigesta con el plato que le pilla más cerca. A lo único que aspiro con respecto al futuro es a ejercitar mis músculos abdominales, es decir, a jartarme de reír, sobre todo pensando en cómo se nos va a quedar el pellejo cuando el blogmaster nos eche a dormir. Por cierto, propongo que sigas con el diccionario: A de Acebes, B de Benedicto, O de Opus y, en un alarde de pensamiento abstracto neorrococó, P de PacoelPocero.