Estoy tirando de este hilo tenso,
no estoy creando, estoy descubriendo,
es como un fósil de ordenados huesos
Con lógica psicópata.
Y tu me hablas de fiebre
mi vida entera tiene,
mi vida tiene fiebre
...Mi vida con fiebre es una canción de
Chucho, el grupo de Fernando Alfaro.
Según las escrituras el tercer día resucitó, fue el Señor, un señor que nación un… pongamos 25 de diciembre; pero yo el tercer día he recaído, el tercer día de la noche anterior al parto he enfebrecido de nuevo. Comencé a notar síntomas de enfermedad el sábado, día de la noche buena, que para mí fue mala. Después de las llamadas obligadas (también deseadas) a familiares, amigos, enemigos y, en general, gente que ha caído en el olvido y que por esa noche sale de él, comencé a sentirme mal, débil; uno de los ganglios: el izquierdo (lo digo por si alguien sabe si esto puede tener algún significado médico), de los que tengo escondidos bajo el mentón, comenzó a inflamarse hasta el punto de obstaculizarme la respiración. No llegué a comprender que estaba enfermo hasta el día siguiente, el hecho de que ingiriese bastante champán, durante la tarde, y media botella de cava de un solo trago, ya entrada la noche, tuvo algo que ver. Esa noche sudé muchísimo y mi cama olía a fiebre. Ese olor lo recuerdo desde mi infancia y nunca lo olvidaré; era un olor en medio de la noche, un olor rancio e insalubre, en el que yo me revolcaba muchas de las noches de los dos años anteriores a la fecha en la que un señor, al que todos llamaban Doctor Mulas, me arrancara mis amígdalas. Un olor que surgía cuando mi cuerpo se veía invadido por la fiebre.
Esa misma noche, la noche buena, me mediqué: amoxicilina, 500 mg cada 8 horas. Voy a ser responsable: he sido y seré fiel a la posología: adultos: 1 cápsula cada 8 horas. Sin embargo hoy cometí una irresponsabilidad: fui a trabajar. Me desperté muy cansado y mareado, y con fiebre, lo sé por ese olor. Solo aguanté dos horas, no distinguía bien a las personas que me rodeaban y todo el tiempo oía a alguien susurrando mi nombre.
Deserté sobre las dos y media de la tarde. Oxford Street estaba invadido por una muchedumbre hambrienta de compras, algunos hubiesen comprado hasta su propia muerte si hubiese estado bien de precio y les hubiese resultado placentera. A las 5 de la mañana había cola en alguna tienda, y quince minutos más tarde de su apertura las señoras más intrépidas y señores más desinhibidos salían en busca del vehículos que les esperaba: taxis y coches particulares que esperaban a estos consumidores que, a todos nos resulta obvio, estaban mostrando un comportamiento normal y socialmente aceptado: han madrugado para comprar y comprar, hasta llenar bolsas, fanegas y fanegas de género rebajado. En TOPSHOP la cola rodeaba un edificio y medio, todo el mundo quería su par de LEVIS rebajado, la tienda abrió sus puertas a una gran masa sobre las tres y cuarto; me gustaría saber si ya estaba abierta antes y dejaban entrar al público por hordas (primera horda: hasta las 12, segunda horda: hasta las 12.30). Contemplaba a una de estas hordas, la de las 15.30, mientras estaba sentado en uno de los asientos del segundo piso de un autobús, de un 159 cualquiera, permanecíamos parados frente a uno de los semáforos de Regent Street, el más próximo a la tienda LEVIS, estaba intentándome concentrar en la lectura pero paré de leer, molestado por el bullicio, mi vista se elevó de mi libro,
Opiniones de un payaso, durante unos instantes, y lo vi todo con claridad: todos ellos eran presa de su propia avaricia e inconsciencia: estaban comprando pantalones al 50% y, a la vez, vendiendo sus vidas al peor postor.
Sentí unas ganas inmensas de volar sobre ese montón de almas en pena y toser sobre sus cabezas, escupirles a la cara, contagiarles con mis virus, para que se agotasen sus defensas y empezasen a sentir lo que yo sentía, todo esto que me hacía regresar a casa: el terrible dolor en mi espalda y en mis articulaciones, mi pito y mis cojones encogidos, mis ojos pesados como yunques y muchos escalofríos, miles de escalofríos; era la fiebre y eran ellos.
mi abuela siempre me decía: mira que las recaídas son malas...
tu abuela era muy sabia
señor fracaso, como he intentado decirle en anteriores (y fallidos) post, estoy convencido de que la culpa de su enfermedad la tiene dormir tantas noches con el culo al aire. seguramente tambien le pasara a bukouski o miller.
se donde vive, asi que si no levanta ese animo no tendre mas remedio que personarme en su domicilio y agobiarle con imitaciones de smashing pumpkins acompañado de una acustica (que tiempos aquellos) hasta que vuelvas a pensar que somos rock stars (venidas a menos, pero rock stars al fin y al cabo).
p/d: cambiese el apellido o cojo el 159 y te meto un par de...
por que no dejas a pete en el olvido y escuchas algo de afghan whigs o twilight singers? de los discos gentlemen y black love molan todas!!!