el irracional

'How am I to get in?' Asked Alice




Aeropuerco

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En relación a la duda que surge al plantear si la matanza tradicional del cerdo cabe en un mundo moderno, me pregunta mi padre si todavía hay quien se dedica a despellejar ratas para las hamburgueserías de moda, porque -continúa diciéndome con ironía- lo que sí es cierto es que se siguen exportando a Inglaterra los malos galgos de caza para hacer las veces de animales de compañía dicen, y puede que sí, o para hacer bigmacs, que es seguro -afirma él.
Para mí eso no es lo más desagradable. Meterte el miedo en el cuerpo y secuestrar tus libertades sin más explicación que la que se supone que tú te has de dar: es lo correcto y necesario para preservar nuestras propias vidas.

Lo que diga mi padre o lo que diga yo no es valido y es posible. A partes iguales. Al final queda la humillación: andar descalzo en aeropuertos para que tus zapatos pasen control de seguridad o comer el menú sin cubiertos. Qué más da.


Espías en Piccadilly

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Qué macabro productor podría hacer coincidir el estreno del nuevo 007 con la ingesta de polonio 210, disuelto en sopa o añadido al sushi, por un exigente del kagebé. O qué xenófobo humorista del tres al cuarto podría decir que la concentración de esta sustancia en Londres no es más que el resumen de la inmensa inmigración desde el país del este.
Mientras tanto se recomienda no acercarse a ningún ruso alto y fornido, con pinta de espía o escritor de Best Sellers, ni viajar en British Airways, ni comer en ningún restaurante japonés, ni tener amigos italianos, ni reírse de Putin, ni irse de putas, y otras tantas cosas más.

Nota: se ha actualizado la entrada suprimiendo talio 206 y en su lugar se ha añadido polonio 210, una sustancia que mueve vehículos lunares, y asesina ex espías exiliados en Londres. Tres protones y un neutrón hacen a ambas sustancias diferentes.
De todas formas: Sólo disponibles en los laboratorios más avanzados [diario el país, 3 de diciembre de 2006].


La máquina de picar carne

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Le conectaron a la máquina cinco años antes de que se diese cuenta de ello; unos segundos antes de morir.
Sus brazos permanecieron atados en todo momento a esa cama metálica. Poco a poco, con el paso de los días, se le fueron acabando las fuerzas. Dejó de gritar, de blasfemar y de escupir.
Le inyectaban ese líquido amarillo cada dos horas, con la ayuda de tres agujas finísimas, cercanas a la invisibilidad, imposibles de apreciar por el ojo humano.
Después de las tres primeras de adaptación, en las que le llegaron a inyectar hasta setecientos tipos de sedantes para calmar su dolor y su ansiedad, comenzó a aceptar todo lo que en el futuro le sucediese.
Lo más increible del mundo, por C. Indico.

Hoy es el aniversario de algo que pasó en mi vida hace unos siete u ocho años, no lo puedo saber con certeza porque no quiero pensar en ello detenidamente, por si me da por volver a volver o a volver a volver.
Pero, es que realmente sucedió.


Romanía

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Quien mama de loba funda ciudad.
C. Indico, de
su refranero personal, gracias.

Roma es un montón de piedras fantásticamente colocadas (las que permanecen) y mármoles amaestrados que parecen haberse perdido por toda la ciudad. Roma son basílicas cristianas, muros paganos entre plazas made in Bernini, mil calles diagonales y, entre tanto, misa de diez a diez. Me voy, me meo. Nueve helados en una tarde.
Pero también, las miles de mujeres de negro, arrodilladas a la puerta de cada iglesia, mirando al suelo, limando suelos, puestas allí por caridad. Son rumanas estampas: con niño amamantando, con niño durmiendo, con niño cargando y, siempre, con niño pidiendo. Roma son los niños gitanos tocando el acordeón un domingo por la mañana por caridad.
Y nadie hace nada.
Ni esos machotes carabinieris untados en Armani hasta las cejas que se fuman un cigarrillo mientras llaman a su ragazza y cuidad de que no atenten en la embajada. Porque en Roma se pueden ser y hacer más de una y de dos cosas a la vez.
O no hacer nada. Limosna 100%.
Hasta Roma puede ser una japonesa cuarentona que mira hacia el Castillo de Sant Angelo y que se pregunta (y me pregunta) porqué venden tantos trípodes al lado del río. Yo no contesto, me fumo un cigarro y disparo. Cien fotos por jornada.
Y cerca el Vaticano y esos secretarios personales, estilosos, elegantes de negro, con esos maletines de piel, ¿qué llevaran? Importantes documentos o poderosas herramientas de flagelo sexual.
Son casi las dos y me voy a comer con Belén. Porque, ante todo, Roma es Belén. Y su independencia moral: de esto ni se toca, de esto me pones cuarto y mitad.


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